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¿Es tu vida un desierto?

Mauricio Castro

Autor

Músico y predicador católico.
Cantautor, compositor y productor musical.
Diplomado en Teología Pastoral.
Fundador de Comunidad Católica Virtual.

    ¿Es tu vida un desierto?

    Debes considerar que ciertas circunstancias hacen que tu vida se convierta en un “Desierto”. Tomando  en cuenta las características propias de esos lugares inhóspitos y peligrosos en donde abunda el calor, la sofocación, la soledad y las alucinaciones. Pero escasea el alimento, el agua, las fuerzas y la esperanza de salvarse para el que está extraviado, resulta un poco fácil descubrir nuestro propio desierto.

    Te darás cuenta de que todos reflejamos en nuestra vida una o varias características de las mencionadas. Esto en sí mismo no es ni bueno, ni malo, sino simplemente realidades.

    Vale decir entonces que todos, en algún momento de nuestra vida y en poca o mucha medida, experimentamos el desierto.

    Si, es el desierto existencial, el desierto interior, el desierto de fe, incluso el desierto afectivo. Tantos y muchos desiertos, como personas vivimos y existimos en este mundo.

    Entonces cada uno enfrentamos individualmente el desierto, nuestro propio desierto, nuestra propia realidad.

    Es aquí donde Jesús desea iluminarnos con su palabra, porque su palabra es creadora, viva y eficaz. Su palabra es eterna y para siempre. Mt 24, 35 “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

    Él hace nueva todas las cosas por el poder de su palabra. Y tu vida puede ser renovada por el poder de su palabra.

    Ante el desierto en tu vida tienes dos opciones:

    1. Dejar que te consuma y destruya, o
    2. Escuchar la voz de Dios que te guía.

    A través de estas palabras te animo a abrir tus oídos, a no volverte sordo, a escucharlo. Sus palabras son de amor y de ternura.

    A mí el Señor me sanó el corazón, arrancó de raíz toda la tristeza y me volvió valiente. Me dio una capacidad nueva de alabarlo y el deseo profundo de ponerlo en el centro de mi vida.

    Gracias a Dios por mis desiertos ¡Benditos desiertos! Que fueron motivo para que Jesús hiciera una nueva creación de mí, una nueva creatura. Me transformó y liberó.

    Tan sordo me había vuelto que lo único que podía romper esa sordera fue su voz.

    No tengas miedo de tus desiertos porque Cristo está presto a tomarte de la mano y a guiarte en medio de la aridez, del cansancio y del tedio. Él quiere sanarte de la depresión, del miedo y de la soledad.

    Deseo que tu desierto sea oportunidad de salvación, de vida nueva, de esperanza, oportunidad de bendición, alegría, gozo, felicidad… En una palabra: De encuentro con Jesús de Nazaret.

    ¿Es tu vida un desierto?

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