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Somos parte de la Iglesia fundada por nuestro Señor Jesús, Mt 16, 18 “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”

Con tales palabras Jesús asegura que la Iglesia es la continuadora de su misión salvadora, es la responsable de la tarea del anuncio del evangelio.

Que la Iglesia no nace por espontaneidad sino que es el proyecto de salvación que ha diseñado para la humanidad y en ese proyecto la Iglesia es eje que sostiene el edificio de la fe y que da sustento y certeza a las palabras de Cristo. Como lo dice en 1 Tim 3, 15 “Pero si me demoro, para que sepas cómo debes portarte en la Casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad”

La Iglesia no nació por iniciativa humana, sino por iniciativa divina. Que su función y organización están en orden a tal iniciativa y por lo tanto es una institución frágil por su humanidad pero a la vez santa por su fundador y esposo y que además la santifica con su Santo Espíritu.

Pedro no se llamaba Pedro, se llamaba Simón, el cambio de nombre es el signo de la misión que Jesús le encomienda, que justamente es la de pastorear la Iglesia.

Amamos la Iglesia, somos sus hijos. Amamos al Papa Francisco y al sucesor que el Señor enviará después, en el relevo propio de la sucesión apostólica.

Somos católicos, orgullosamente católicos, con una tradición impregnada por los apóstoles y sus sucesores y una historia inigualeble de mártires, testigos de la fe que nos precedieron y su testimonio ilumina nuestros pasos.

En un mundo lleno de incertidumbres, resplandece la Iglesia, que es santa, como su fundador. Resplandece porque es la esposa y que se engalana para las bodas con el amado.

También nosotros decimos al Señor “A quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68) y esa palabra la encontramos íntegra solamente en su Iglesia, una palabra completa, no cercenada, un mensaje liberador, no esclavizante, una verdad plena, no a medias.

Quizas en muchos lugares se hable de Cristo, pero sólo en La Iglesia se enseña su mensaje sin falsedades, porque brota de la fuente original que es el Verbo de Dios encarnado, Jesús de Nazareth, el hijo de Dios, el todopoderoso, el hijo de la Santísima Vírgen María.

Somos bautizados, somos misioneros, somos enviados, somos católicos.

Orgullosamente católicos. Cimentados en la Iglesia fundada por Cristo. Una Iglesia que, como madre, nos guía, nos ilumina y nos enseña.

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